A través de la ventana.

Como cada mañana, después del desayuno, me acerqué a la ventana de mi cuarto. Por la época del año, había condensación en los cristales de las ventanas. Me divertí dibujando una cara sonriente. Pero enseguida desapareció, a causa de una pasada con la mano, tenía que ver el exterior.

Observé la calle peatonal durante unos minutos. Y, poco después apareció ella, puntual como siempre. Con el habitual rostro preocupado. Seguramente creería que llegaba tarde.

Lo cierto es que hacía más de tres meses que la veía todos los días desde la ventana. No sabía nada sobre ella, tampoco me atrevería a preguntárselo. Amaba la forma en la que su cabello se movía a la velocidad en la que andaba, y como se pintaba los labios rojos, aunque fuese el día más horrible del año.

¿Es posible enamorarse de una persona de la cual desconoces su nombre?

23 de Abril.

Caminaba de la mano de la mujer del vestido rojo. Vestía los altísimos tacones negros, aquellos que la hacían caer una y otra vez. Pero, aun así seguía sufriendo con ellos puestos, porque sabía que eran mis favoritos...

La noche parecía no apagar sus brillantes ojos azules. Unos ojos llenos de dulzura. Recubiertos por unas pestañas kilométricas y una ligera sombra de ojos.
Sus labios, rojos. Acompañados de una sonrisa que resonaba felicidad. Porque, nadie es perfecto hasta que sonríe.

Aquella noche era el único afortunado para bailar con la princesa. Incluso los personajes de los cuentos de hadas estarían celosos.

Abrí los ojos por un momento. La mujer del vestido rojo había desaparecido, su sonrisa, sus ojo, todo. La calle estaba vacía, mi única compañía eran un par de gatos que rondaban por la zona.

La noche del 23 de Abril seguía siendo el mismo fracasado de siempre. Esta era la verdadera realidad. Lo único que sabía hacer era soñar y soñar.

Sabía que una sonrisa como esa jamás podría existir.

7 a.m

Abrí los ojos y me levanté de la cama. Me puse mis viejas y queridas zapatillas de estar por casa. Fui a la cocina y conecté la maquina de café. Mientras lo dejaba hacer me dirigí a la ventana, apartando la cortina y mirando al exterior. En la calle solo había una mujer que paseaba a un perro faldero, era la señora Smith. Supuse que serían sobre las 7 a.m, por que, nadie se levantaba antes que esa mujer, cotilla principal del edificio.

Agarré la taza de café, sople un poco y tome un primer sorbo. Intenté recordar lo sucedido anoche, lo que comenzó siendo una cena de empresa acabó por convertirse en.... Maldita sea, me dolía tanto la cabeza...

Decidí volver a mi habitación. Levanté una ceja al descubrir un pálido cuerpo femenino soñando en mi cama. Sus cabellos rojizos brillaban al contacto con los rayos del Sol.

¿Quién era esa mujer?

Podía sentir mis dedos temblar en cada pincelada. Elegía los colores mas claros para pintar su piel nívea, que contrastaba con sus labios rojizos...

Retrataba con cuidado su silueta joven, ligera y perfecta. Intentaba no perder detalle del gran manto blanco que la recubría, lo único que lo hacía.
No podía evitar quedarme hipnotizado mirándola. No, no me dejaba concentrarme. Me miró, preocupada, por si ocurría algo. Lo desmentí con un gesto. Apartó la mirada, pero yo no lo hice. ¿Quién me creía yo para enamorarme de la joven albina?

Volví al lienzo y a su rostro. Tome mi pincel, manchado de pintura al óleo azul. Me acerqué a sus ojos, pero mi mano no se movía.

¿Por qué no podía retratar los ojos de mi musa?

Algún día...

Todo estaba destruido, no había mas que miseria en aquel lugar. Las mujeres lloraban, los niños lloraban, los hombres ardían de rabia, golpeaban piedras que alguna vez habían sido parte de su casa, de su negocio, simplemente para ocultar el dolor que azotaba a todos.

Le agarré de la mano, no sabia quien era, tampoco de donde procedía. No importaba. Miré a sus ojos vidriosos, que alguna vez habían sido de algún tipo de color verdoso. Me devolvió la mirada. Y me abrazó. Mis labios se movieron y entonces le dije:

'' Algún día creceremos, nos haremos fuertes y nos podremos vengar ''

Jamás la volví a ver.

Quiero volver a soñar.

Es el momento en el que me levanto, con la cabeza bien alta y firme y digo: ''No te quiero más.''

En tus ojos solo puedo ver rabia. Inexpresividad. Inseguridad y muchos otros adjetivos empezados en in- .

Me abandonaste cuando más te necesitaba, decidiste decepcionarme. Ni si quiera tenías la intención de cambiar de parecer en las oportunidades que te brinde, ni en la primera, ni en la segunda y mucho menos en la tercera.
Los paseos por las calles londinenses quedaron atrás, también las risas en Tiffany's.

Ahora sólo quiero volver a soñar.

El comienzo.

Simplemente, de algún modo tendria que gastar todo aquel tiempo libre que ha llegado con las vacaciones de verano.

Espero poder escribir cada día. Pero, por ahora, tengo una cita con Morfeo, el Dios del sueño, y no quiero hacerle esperar más!

P.D: Agradeceria que me amases, si no es mucho pedir, claro.